Entradas

Mostrando entradas de noviembre, 2023

La eficiencia estatal

Imagen
1981 Somos Como productor agropecuario conozco que mi objetivo de la producción no es el aumento de la eficiencia productiva de todas las plantas que se encuentran en el campo, sino solo de aquellas que deseo cultivar. En el cultivo de maíz por ejemplo, no deseo que prolifere el gramón y el sorgo de alepo, como tampoco el yuyo colorado, la quinoa o el chamico, ya que estas especies, aunque puedan serlo sanas y bellas, no sólo no contribuyen al fin deseado, que es la producción de granos forrajeros, sino que disminuyen considerablemente su rendimiento. La forma de trabajar es entonces, la aplicación de herbicidas para todas estas últimas plantas, de manera de extirparlas y que desaparezcan. Sólo una vez realizada esta etapa, sobrevendrá la tarea de fertilizar las plantas que se desea producir. A nadie se le ocurría la aplicación de fertilizantes a todo el campo, siguiendo locamente la definición que tras más eficiencia productiva tengan las plantas, mejor, porque a nadie se le ocurriría

Gasto Público: o se achica, o el país no se arregla más

Imagen
1982 Revista Somos Controlar el déficit fiscal parece la única clave del éxito Es el funcionario que más violentamente atacó al gasto público y a la intromisión del Estado en las cosas de los particulares. .Sin embargo es capaz de decir esto: -En la Argentina, antes se le echaba la culpa de todo a Perón. Ahora que se murió Perón le echan la culpa al Estado. . .  -¿Qué pasa…?’Daría la sensación de que usted está empezando a enamorarse del Estado -No. No. No. Escúcheme. A mí el  Es­tado me parece ho rrible, lo cual no significa que la actividad privada sea perfecta, y tampoco significa que el Estado tenga la culpa de todo. Pero vamos a ser realistas. El Estado es algo que existe en todo el mundo. Puede ser un poco mejor o un poco peor. Puede tener más o menos culpas, pero aquí se le adjudican muchas más culpas de las que tiene en realidad. Y esto es un típico escapismo. La apertura de la economía hu­biera sido igual de dolorosa si el Estado tu­viera una participación del 32, del 30 ó de