La eficiencia estatal
Como productor agropecuario conozco que mi objetivo de la producción no es el aumento de la eficiencia productiva de todas las plantas que se encuentran en el campo, sino solo de aquellas que deseo cultivar.
En el cultivo de maíz por ejemplo, no deseo que prolifere el gramón y el sorgo de alepo, como tampoco el yuyo colorado, la quinoa o el chamico, ya que estas especies, aunque puedan serlo sanas y bellas, no sólo no contribuyen al fin deseado, que es la producción de granos forrajeros, sino que disminuyen considerablemente su rendimiento.
La forma de trabajar es entonces, la aplicación de herbicidas para todas estas últimas plantas, de manera de extirparlas y que desaparezcan. Sólo una vez realizada esta etapa, sobrevendrá la tarea de fertilizar las plantas que se desea producir. A nadie se le ocurría la aplicación de fertilizantes a todo el campo, siguiendo locamente la definición que tras más eficiencia productiva tengan las plantas, mejor, porque a nadie se le ocurriría invertir los siempre escasos recursos en fertilizar las malezas.
El aumento de la eficiencia estatal ¿una maleza?
En el sector público, es muy frecuente escuchar voces que reclaman por una mayor eficiencia, como si la mayor eficiencia en el estado fuera cosa positiva de por sí. A esta idea responde por ejemplo los programas de racionalización administrativa de la Secretaría General de la Presidencia, desde los años 1976 en adelante, y los enormes planes de inversión pública que se han embarcado prácticamente todas las empresas públicas desde 1976 a la fecha. Hace poco, en 1979, hice un cálculo que demostraba que la sola inversión anual de YPF equivalía a toda la producción de maíz de la Argentina en un buen año …vaya maleza!
También en el presupuesto del año 1979, mostraba como un éxito una serie de índices de eficiencia de distintas empresas públicas, en donde se señalaban importantes incrementos de la producción con sustanciales reducciones en el personal. Otro ejemplo de lo arraigado que está esta forma de pensar, son aquellos avisos de la Presidencia de la Nación que arreciaron el último trimestre de 1980 y en el verano de 1981 y que decían más o menos así “¡Sì, ¡La Argentina camina! , tenemos equis barcos, teléfonos, aeronaves, etc etc etc, más que en 1976”. Todos estos bienes que tenemos de más son por supuesto estatales. O sea más socialismo de Estado. La Argentina camina pero ¿hacia dónde?
En mi opinión, todo eso, es como si se fertilizaran las malezas (el socialismo) junto por supuesto con plantas buenas y que son en la analogía elegida, aquellas áreas propias del Estado, o sea aquellas funciones específicas del Estado, que han mejorado su eficiencia entre 1976 y la fecha, y en donde, por supuesto la “fertilización” ha rendido sus frutos (Justicia por ejemplo).
Esta idea de hacer más eficiente todo lo estatal hace que se absorban recursos que no puede utilizar la actividad privada. Responde en muchos casos a deformaciones en las “profesiones de la eficiencia”: ingenieros. administradores de empresas. analistas de sistemas, militares. Carentes de ideas generales sobre cuál es la función del Estado, o sea concretamente para qué sirve; se lanzan a la aventura de la eficiencia, "porque si el Estado se maneja con normas de organización similares a la del sector privado con gente capaz, honesta y bien paga la eficiencia tiene que ser semejante”. Esta cantinela, aunada a que “no se puede privatizar porque nadie compraría”, o “las empresas del Estado son parte de nuestro pasado político y de alguna forma tenemos que asumirlo”, nos llevan, queriéndolo o no sus sostenedores, a un esquema, en el cual lo máximo que podemos esperar es la eficiente administración de los medios socializados de producción. Una vez más podemos palpar que el camino al infierno está plagado de buenas intenciones
Quienes no deseen convertirse en fertilizadores de malezas, cuando en un futuro, sean nombrados en un cargo público debieran, a mí entender, antes de hacer nada, saber exactamente si el organismo en cuestión se corresponde con las funciones específicas del Estado o no.
Si se corresponde, habrá que buscar por todos los medios aumentar la eficiencia, aplicando técnicas de administración probadas. Vale decir, habrá que encarar una acción de "juiciosa fertilización”. En el caso que no se corresponda con las funciones específicas, para lo cual el Estado fue creado, corresponde concentrar los esfuerzos en la privatización total o la eliminación, sin necesidad de tener que analizar si las tareas son realizadas en ese momento en forma eficiente, porque eso sería una pérdida de tiempo. Corresponde en nuestra analogía a la aplicación de “eficientes herbicidas”, corresponde deshacer más que hacer.
Para aclarar un poco las ideas con respecto a cuáles funciones se corresponden con la actividad estatal y cuáles no, es altamente recomendable ir a las fuentes de nuestra nacionalidad, al factor que impulsó a millones de hombres a venir de Europa a nuestro país: esto es nuestra Constitución Nacional y su espíritu explicado por su autor Juan Bautista Alberdi en su obra “Sistema Económico Rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1853”.