Gasto Público: o se achica, o el país no se arregla más

1982

Revista Somos



Controlar el déficit fiscal parece la única clave del éxito

Es el funcionario que más violentamente atacó al gasto público y a la intromisión del Estado en las cosas de los particulares. .Sin embargo es capaz de decir esto:

-En la Argentina, antes se le echaba la culpa de todo a Perón. Ahora que se murió Perón le echan la culpa al Estado. . . 

-¿Qué pasa…?’Daría la sensación de que usted está empezando a enamorarse del Estado

-No. No. No. Escúcheme. A mí el  Es­tado me parece horrible, lo cual no significa que la actividad privada sea perfecta, y tampoco significa que el Estado tenga la culpa de todo. Pero vamos a ser realistas. El Estado es algo que existe en todo el mundo. Puede ser un poco mejor o un poco peor. Puede tener más o menos culpas, pero aquí se le adjudican muchas más culpas de las que tiene en realidad. Y esto es un típico escapismo. La apertura de la economía hu­biera sido igual de dolorosa si el Estado tu­viera una participación del 32, del 30 ó de lo que fuera en el producto bruto. No hay que simplificar las consecuencias de los cambios de estructura que hicimos y estamos ha­ciendo en la economía. . .


El secretario de Hacienda sigue en sus trece. Nadie - parece - va a lograr que Juan Alemann acepte que el gasto público excede del 32,8 por ciento del producto bruto, y mucho menos que es la única causa de los problemas que enfrenta ahora el proceso económico. Pero tal vez podría encabezar tranquilamente la creciente ava­lancha de gente que ve que sólo recortando el gasto del Estado y su resultado -el déficit fiscal- se pueden evitar costos mayores y afinar la puntería en esta búsqueda de la estabilidad de precios y de modernización de la economía. El clamor es creciente: la alternativa económica más importante que se le presenta al gobierno que asumirá en marzo es atacar o no el problema del gasto público. Si se decide a terminar con el déficit fiscal  podrá  avanzar en  el camino abierto hacia una economía competitiva y eficiente

"Estamos atravesando un proceso de desequilibrio económico producido por el exceso en los gastos del Estado. Si este desequilibrio no se corrige, si los platos rotos no los  paga el  propio sector estatal en un mundo donde los recursos son escasos, los pagará alguien. Y creo que ese alguien es una serie de empresas que quebrarán, otras que no le darán rentabilidad  a sus accionistas por falta de ganancias, y otras que atra­vesarán por dificultades financieras de gra­vedad, aunque sin llegar a la quiebra", dice el ex subsecretario de Economía Agraria, Miguel de Oromí.


Pero, ¿por qué el exceso de los gastos del Estado produce desequilibrio? Una de las principales razones es porque absorbe re­cursos del sector más eficiente de la econo­mía, que es el sector privado . ¿Y por qué es más eficiente el sector privado? Son muchas las razones, pero hay una que  es  fundamental: el riesgo de la quiebra nunca abandona al empresario privado, que siempre debe estar atento para mejorar su estructura de costos, aumentar la productividad y la calidad. Si no lo hace sucumbe ante la competencia. Las empresas estatales no tienen estos acicates. .

Al aumentar el gasto público aumentan los impuestos. Lo que ha ocurrido con la industria norteamericana de autos es aleccionador. Durante quince años el Estado norteamericano le puso y le aumentó los impuestos a los autos. La industria japonesa prácticamente no tuvo aumento en los im­puestos, y durante todo ese período destinó ese dinero a inversión. Hoy los japoneses son dueños de casi un 30 por ciento del mercado norteamericano de automóviles.

En la Argentina, una de las formas en que el Estado  prestó fondos al sector  privado  fue a través de su intervención en el mercado financiero. Para financiar su déficit ha llegado a ocupar, según cómputos  privados, casi el 38 por ciento del mercado de crédito. "En nuestro país han adquirido caracteres dramáticos tanto  la  magnitud  del gasto  pú­blico como la ineficiencia que resulta de Ia mala asignación oficial de los recursos de la comunidad . Si ello no se corrige, encarando con decisión y energía la drástica reducción del gasto, pueden llegar a comprometerse los esfuerzos de la actual administración para restablecer en el país un orden económico adecuado" , dice el empresario Armando Braun.

Nadie puede negar que el Estado contribuyó a la elevación de las tasas de interés, "Hay un factor que se distorsionó totalmente: la necesidad de financiación del Estado,  que tiene  un tremendo  peso, ya que en términos globales es  un captador de alrededor de un 10 por ciento del producto bruto. Así que pese a la llegada de capitales del exterior, que hicieron elevar notoriamente el nivel de reservas, la tasa de interés nunca bajó a los niveles internacionales más la pauta de devaluación, que era lo que correspondía ante el esquema antiinflacionario adoptado”, reveló Rodolfo Rossi, presidente de Arfin. Ocurrió entonces que al no bajar la tasa de interés siguieron viniendo capitales que, transformados en pesos, fueron a integrar las cuentas del ahorro nacional para aprovechar la diferencia de tasas con el exterior. "El proceso de monetización creció mucho . Pero fue un proceso no ge­nuino y en vano , porque fue para financiar indirectamente el déficit fiscal. Ese es el drama argentino . Después varió la situación y se fue rezagando el tipo de cambio¡con lo cual surgieron los problemas que hoy estamos viendo" , dijo Rossi.

De este modo , el déficit fiscal primero presionó el alza de las tasas de interés. Luego se sumó la entrada de divisas que genera la correspondiente emisión y la consiguiente inflación, de donde deriva la brecha cambiarla que deprime la actividad del sector exportador. En síntesis, el déficit fiscal sumó dos factores recesivos. El primero, el alza de las tasas de interés, que tiene efectos generales sobre toda la economía. El segundo, la inflación provocada por el ingreso de capitales del extranjero, buena parte de los cuales vinieron también a financiar las necesidades del Estado y sus empresas. ' 'Es necesario comprender -dice Armando Braun- que un sistema económico ordenado depende , para su buen funcionamiento, del equilibrio que guarden entre sí y en relación con el conjunto los distintos factores que lo integran. El gasto público, en· consecuencia, debe guardar una relación de paridad con los recursos que recauda el Estado por vía impositiva" . Es que cuando esa paridad se rompe, como resultado de un aumento del gasto estatal, se produce un déficit que necesita ser financiado y que afecta a  todo el conjunto de  la economía. " Si la financiación se hace mediante la emisión de dinero se echará nafta al fuego de la inflación. Si se recurre al endeudamiento interno se restarán recursos al  sector  privado y se distorsionará la tasa de interés, encareciendo los préstamos financieros a  toda la comunidad. Y  si se  recurre,  por fin, al mercado de capitales del exterior, se aumentará la deuda externa, se emitirá moneda por el ingreso de las divisas al país y se alterará la relación natural en el mercado de cambios", es el resumen de Braun. 

Por supuesto, esa  relación natural de paridad debería ser el resultado del juego de las importaciones y las  exportaciones.  Pero dado el actual esquema anti inflacionario basado en el control del tipo de cambio, lo que finalmente se produce es una  brecha entre la marcha de los costos internos y la variación de la cotización del dólar. Y el atraso  del  dólar  afecta al sector exportador.


Hay algo más. Se supone que el esquema en marcha está diseñado para abaratar los costos de la industria y en general de todo el sector exportador . En el caso de la industria, la apertura le puso a su alcance insumos a precios internacionales con  la intención de que el producto final, fabricado en el país, también estuviera a precios internacionales y se pudiera romper así aquel mercado de sólo 24 millones creado por la economía cerrada y al que siempre se lo culpó, con razón, de la falta de horizontes para la industria nacional. La intención de la apertura fue hacerle ganar escala, tecnología y calidad a la industria para la exportación, pero los efectos del déficit fiscal aumentando las tasas de interés, restando recursos y (a través de la inflación) separando los costos internos de la cotización frenaron el logro pleno de esos objetivos.


Clientes de verano


En Estados Unidos instalar un teléfono cuesta unos 40 dólares, contra 7.000 de la argentina, sin entrar a comparar la eficiencia del servicio. Como otro ejemplo de los muchos que pueden citarse sobre el peso que ejerce el Estado en los costos empresarios está el del suministro de electricidad. Hay empresas que para él verano tienen sus propios generadores . Y ahora bien, ¿con qué los hacen funcionar? ¿Con gas natural o con gasoil? Tendrán que tener los dos equipos si su producción depende de un suministro  ininterrumpido  de electricidad. ¿Por qué? Porque si el equipo es a gas, en el invierno habrá unos días en que no funcionará. Entonces tiene que recurrir al gasoil 

o al  diesel oil. }Pero  el  abastecedor del

El combustible quiere tener un cliente de año completo y no sólo para el verano. Así que el  industrial  debe  tener  dos  equipos elec­trógenos y hacerlos funcionar alternadamente. "En fin, si los servicios son deficientes también se nos agregan costos que nos hacen competir  en  desventaja",  dijo un empresario papelero. Claro que la cuestión no es dejar de competir sino de privatizar y hacer funcionar eficientemente a los servicios: es la posición de los que luchan contra el Estado empresario.

“Respecto del gasto público hay tres grandes temas -dice  el  economista  Pedro· Pou-"su efecto sobre el nivel de vida, sobre la inflación y sobre los precios relativos o 'atraso cambiario ' . Paro financiar un mayor nivel de gasto público se requerirá un incremento en los impuestos, y no se ha diseñado aún un sistema ímpositioo que no ocasione una pérdida de bienestar a través de una incorrecta asignación de los recursos productivos, así como por generar una economía marginal o negro, que produce utilizando tecnología poco apropiada"


El tipo de cambio

 

El segundo aspecto es el de la inflación, resultado tanto de la emisión directa como de la indirecta, ya que resta señalar que cuando el Estado presionó sobre el mercado financiero creando iliquidez, se liberó dinero mediante los desencajes, la emisión de títulos, el ingreso de divisas o, como ahora, mediante redescuentos. Pero Pou agrega que "un aumento del gasto público que es financiado por un aumento de los impuestos no producirá un incremento en la tasa de inflación. pero sí un deterioro en el nivel de vida”

 

Finalmente está el efecto del gasto público sobre la estructura de precios relativos. " En mis investigaciones he podido demostrar que un aumento en el gasto público da lugar a una reducción en el tipo de cambio real de la misma magnitud porcentual, lo que  popularmente  se llama  atraso cambiarlo" .  Sostiene, en consecuencia, que el atraso de la paridad denunciado por  muchos sectores de la economía no se debe a que el gobierno haya controlado el tipo de cambio  "sino  a que durante  estos dos últi­mos  años  ha  aumentado  en  forma consi­derable el gasto público, lo que ha hecho aumentar el precio de todos aquellos bienes no regidos por el comercio internacional" . De lo que se deduce que el esquema anti inflacionario no funciona con el comportamiento deficitario del gasto público.


También podrían señalarse tres efectos inmediatos de la disminución de los gastos estatales: 1) reducción de la inflación al no requerir emisión para financiar el déficit; 2) disminución de la demanda de crédito contribuyendo a la baja de la tasa de interés, y

3) disminución de impuestos y en consecuencia mejor asignación de recursos

Según recoge Miguel Oromí en su libro La Reforma del Estado, el economista británico

David Smith asegura que "a grosso modo debemos asumir que por cada 5 por ciento de incremento en la proporción del ingreso nacional disponible que absorbe el consumo del Estado, la tasa de crecimiento de la economía se reduce un 1%”


Es imposible determinar si la última polémica del secretario de Hacienda no fue buscada ex profeso. Alemann dijo a SOMOS: "No. Me tomaron una frase suelta para armarme polémica a mí. Las polémicas no las armo Yo- Me las arman a mí". La frase es de por sí polémica. El caso es que el cruce de editoriales y cartas entre La Nación y Alemann dejó este párrafo del secretario flotando por sobre los otros temas: "Si se quiere reducir el gasto público en la medida que muchos piensan que es posible, habría que adoptar alguna de las siguientes decisiones: a) Reducir fuertemente el nivel del salario real en el sector público (¿ustedes . creen que esto es posible o siquiera deseable.?); b) Reducir la inversión pública. Esto significa, concretamente, que habría que reducir la inversión en teléfonos, con lo cual este problema no se resolverá por muchos años; o no hacer Yacyretá o Atucha II, etcétera, con lo cual habrá en un plazo previsible escasez de energía eléctrica. El plan de inversión pública responde a un estudio profundo y minucioso. Nadie nos dice qué inversión debemos dejar de lado y, por el contrario, nos proponen nuevas y costosas inversiones que, en general, cuentan con el beneplácito de la prensa. c) Reducir el gasto en defensa. Evidentemente, ésta no es una decisión económica".

En un principio pareció una mera discusión académica la afirmación de Alemann en el sentido de que el gasto público argentino alcanza a sólo el 32,8 por ciento del producto bruto, según se consigna en el presupuesto de 1980. Pero no lo es. 

Tal vez, si alguien quiere compararla con países europeos, no resulta alienante. Pero la comparación no es válida porque hay que medir otros parámetros también y, además, como apunta Oromí en su libro, "la diferencia fundamental entre Estados Unidos, los países europeos y nosotros es que el intervencionismo se ha manifestado a través de la regulación de los precios y de la oferta de las empresas, pero no a través de la socialización de los medios de producción".


Un petiso 32,8


Se podría agregar, además, que esas naciones están saliendo de ese esquema, en tanto un estudio publicado por el Banco Central a mediados de año indicaba que en el rubro consumo el Estado había pasado de una participación  porcentual  de 9,8  por ciento en  1970 al 12, 7 en  1978,  y  en cuanto  a la inversión  bruta interna, de un

30,9 a un 40,8 por ciento, con lo cual la tendencia es precisamente lo contrario a la que se asume actualmente en el mundo oc­cidental desarrollado. Pero la medición ofi­cial tiene detractores. Ese 32,8 es sospe­choso por lo petiso.  Omite,  según  Adolfo

Buscaglia, a la banca oficial, las empresas públicas  provinciales,  las empresas  que ac­túan  con  régimen  de  sociedades anónimas privadas pero tienen participación estatal Ó son estatales, las que pertenecen transitoriamente al Estado porque están en liquidación. . . "Son muchas exclusiones. Es un porcentaje nada despreciable. Tal vez un 6 por ciento del producto", dijo Buscaglia. José Angel Martelliti, director del Centro de investigaciones Económicas de la Universidad Argentina de la Empresa, coincide con Buscaglia. Dice: "Hay que aclarar que si  se le suman al sector público las empresas que por distintas circunstancias, ya sean transitorias o no, están dentro de su jurisdicción (grupo Greco, Austral, Siam, etcétera), la gravitación es  de mayor magnitud". Para el Centro de Estudios Económicos el gasto público como porcentaje del producto bruto alcanza en 1980 a 42,5 puntos.

"Una cosa es establecer cuánto produce el Estado y otra bien distinta es determinar su injerencia en la economía global. A estas reflexiones hay que agregar que, aun tomando la relación gasto público total sobre producto, no se ponen de manifiesto todas las injerencias gubernamentales en la economía. Por ejemplo, si dos países tienen idéntica relación gasto-producto, pero uno se financia con inflación y el otro no, el primero tendrá una intervención mayor en la economía, cosa que no se refleja en el aludido índice. Respecto de la tan usada relación déficit/producto, es importante apuntar que puede dar la falsa impresión de que aumentos en el producto justifican aumentos en el déficit. Por otro parte, cuando la relación 'mejoró' puede traducir la idea, también equivocada, de que el desorden de la Tesorería -léase déficit- ha disminuido, cuando en realidad el producto puede haber crecido más que proporcionalmente respecto del déficit, o mejor dicho, a pesar de él, con lo cual aumentará la emisión monetaria en valores absolutos", dijo a SOMOS Alberto Benegas Lynch (h).

“Yo estimo el déficit del sector público de este año entre el 10,5 y el 11 por ciento del producto bruto", dice Buscaglia. "Desde 1977 yo he estimado que el déficit fiscal es superior al 9 por ciento del producto bruto y hasta puede llegar al 11", asegura Rossi. Ambos economistas, sobre la base de datos oficiales, coinciden en el cálculo del monto del producto bruto: 100 mil millones de dólares, una cifra similar a la estimada por el Banco Mundial. Por lo que se sabe, el cálculo de Hacienda rondaría los 140 mil millones.


De todos modos, las diferencias de cálculos no invalidan el efecto inflacionario del aparato estatal. ¿Hasta qué porcentaje de déficit debería bajar el país para llegar a una inflación de tipo internacional? Según Buscaglia, ese déficit debe estar en tomo del 1,5 por ciento del producto bruto, “que toleraría una inflación de grado muy bajo: 20 ó 25 por ciento anual. Yo le diría que en la Argentina no es dable pensar en un presupuesto equilibrado teniendo en cuenta las necesidades de infraestructura y equipamiento, obra pública o defensa. Pero hay desequilibrios y desequilibrios. Usted puede tener un desequilibrio razonable. Si nosotros tuviéramos -y ahí tiene razón Alemann- un mercado de capitales genuino, basado en el ahorro nacional, yo creo que el déficit fiscal sería totalmente financiable ", dice Rossi. Y Alemann, por su lado, señala: "En materia impositiva lo que tenemos que lograr es mejorar el coeficiente de recaudación. Acá esta situación no debe seguir. En todos los Impuestos, incluyendo también cargas sociales, habrá fácilmente unos 7 puntos de producto bruto de evasión. Si la evasión bajan a la mitad, ya prácticamente cubrimos todo el déficit (4,18 para Hacienda)".

Claro que solucionar (si fuera posible) el desfasaje del déficit no puede ocultar otros hechos. 


“La actual organización económico- social argentina tiene varios rasgos propios de los regímenes de capita­lismo de Estado. Las empresas estatales (excluidas las correspondientes al sector fi­nanciero) gastan alrededor del 13 por ci nto del producto bruto. De las diez empresas que más venden, cinco son estatales. De los diez bancos más importantes, seis son esta­tales. Alrededor del 40 por ciento de los depósitos corresponden a bancos oficiales , La característica más saliente del gasto pú­blico es la elevada proporción que significa la inversión pública, la cual recientemente representó alrededor del 10 por  ciento del producto bruto", consideró Alieto Guadagni.


En los diez países más desarrollados del mundo esta inversión llega al 4,5 por ciento (3,6 por ciento en Canadá y 2,l por ciento en los Estados Unidos). "Esta des­proporción es la resultante lógica de la desmesurada urgencia en la Argentina de formas propias de capitalismo de Estado, ya que las empresas estatales, que son fuertemente inversoras, cubren una gama muy variada de actividades  productivas de bie­nes y  servicios.  En el Occidente industrial, por el contrario, el Estado invierte preferentemente en infraestructura”, dijo Guadagni.


Los estancamientos


“El país ha pagado un precio, probablemente no bien advertido, por adoptar al capitalismo de Estado como fórmula histórica de desarrollo. El gasto público de carácter social tiene una importancia marcadamente inferior al correspondiente a los países industrializados y a lo largo de la década que finaliza no registra sensibles incrementos. Apenas el 7% de la inversión nacional se dedica a propósitos sociales. Por estas razones el país registra estancamientos en arestas más importantes como educación, salud, minoridad, ancianidad, minusválidos y la atención de las diversas manifestaciones de marginalidad social”


El caso de que el país está ante una encrucijada, la decisión de combatir adualmente la inflación sin producir desocupación es decisión irrevocable, según se comenta la economía. Al mismo tiempo, no son pocos los sectores que promueven la búsqueda de mecanismos para reactivar la economía. El camino parece pasar inexorablemente por el recorte del déficit fiscal.


Pero, ¿por dónde cortar? El plan de inversión pública ha sido diseñado puntuosamente a fines de la década. Cortar el régimen de jerarquización de la administración pública ahora que los empleados del Estado lograron una mejora en términos reales de casi el 20% Privatizar más, dar más obras en peaje, liquidar empresas, si las circunstancias lo permiten, bajar los gastos en defensa, eliminar funciones estatales? Manuel Solanet, director del Instituto Nacional de Planificación Económica, dijo a Somos: “El grado de maniobra que tenemos nosotros hoy sobre el nivel de inversión pública en el año 1981 sin considerar las obras que tenemos iniciadas, solamente es una quinta parte de nuestro presupuesto. Es decir, si decidiéramos no iniciar ninguna obra, ahora habíamos un 20%. Más allá de eso, tenemos que comenzar a paralizar obras o rescindir contratos”. 

Evidentemente, un escaso margen de maniobra con el que sugiere todo el resto del panorama. Pero no habrá llegado la hora de grandes decisiones, como las de privatizar los montos sagrados tipo Entel, el gas o Segba. 1981 será evidentemente un año de grandes decisiones y una de esas es la de achicar definitivamente la parte estatal, para lo cual habrá que definir rápidamente un perfil de país. 


Roberto Fernández Taboada