Bases para una estrategia de reducción del Estado (17 de enero de 1982, La Nueva Provincia)



Bases para una estrategia de reducción del Estado

17 de enero de 1982

La Nueva Provincia


A juzgar por las distintas manifestaciones públicas, pareciera que existe un amplio acuerdo en reducir el aparato estatal.

Este acuerdo, sin embargo, no llega a materializarse apenas se presenta un caso concreto, como por ejemplo, JNG, JNC, CAP, YPF, ENTel FONAVI, YCF, BD, para citar sólo algunos casos .

En realidad lo útil es estar de acuerdo en casos concretos y no en vagas generalidades. Sin embargo, ésto es difícil: por un lado hay aún una gran ausencia de interés material en el abandono de privilegios, y por el otro no existe todavía una toma de conciencia sobre el peligro del Estado, lo cual es un factor que le resta energía a tan difícil tarea. Pasaremos a desarrollar estos dos aspectos por separado.


Resistencia al Abandono de Privilegios: Aunque todos tenemos algún privilegio concedido por el Estado , también todos nos perjudicamos con los privilegios concedidos a otros ya que·los pagamos aunque no nos demos cuenta. Nadie quiere abandonar su privilegio sin que los demás abandonen el suyo o, mejor dicho. todos prefieren que se abandonen los privilegios de los demás sin que se les quiten los propios.


Ejemplo de privilegios: empleos públicos innecesarios o donde se hace poco y nada, aranceles, reintegros, precios sostén, créditos baratos, etc.


La solución al dilema que plantea el punto anterior, en mi opinión, consiste en abandonar todos los privilegios de golpe y no gradualmente. La resistencia al así hacerlo, será menor ya que quien ve que se acaban sus privilegios, ve que al mismo tiempo se acaban los de los demás.


Todo lo contrario es lo que está sucediendo en estos días: pareciera que se le ha dado rienda suelta a los distintos sectores para pedirle al causante de todos los males, o sea al Estado,la solución de todos los problemas económicos.


Pareciera que en los últimos meses ha proliferado una incoherente forma de pensar en el sector privado que la podríamos expresar así: "como el Estado me perjudicó, ahora me tiene que devolver lo que perdí". Es por esto que tenemos un cuadro en donde la actividad privada critica la ineficiencia estatal por un lado y le pide subsidios -que significan en los hechos aumentar el tamaño del Estado (bonos, redescuentos, precio sostén, reintegros, etcétera) y por ende la ineficiencia estatal-por el otro. Critican al Dr. Martinez de Hoz por que no atacó a fondo el gasto público -lo cual es una verdad, aunque el destinatario de las críticas debiera ser, también, el general Videla, ya que la decisión política brillaba por su ausencia- pero proponen como remedio ya no una drástica reducción del Estado, sino su aumento.


Esto es fariseísmo puro, máxime cuando se computan sólo las pérdidas producidas por los altos intereses existentes a partir de 1977 y no las ganancias por intereses negativos en los años anteriores a 1977, especialmente el año 1975.

Si se estableciera un subsidio o un impuesto según si hubo ganancia o pérdida, por ejemplo a lo largo de toda la década del 70 más lo que llevamos de la del 80, habría muchos que desistirían de la idea de un bono de salvataje, porque en lugar de recibir tendrían que pagar, ya que su patrimonio actual por más que se haya reducido, proviene aún de ganancias inflacionarias y no de la correcta asignación de recursos económicos y de la eficiente produc­ción.


Falta de conocimiento sobre los peligros y el daño que provoca el Estado

No se ha estudiado aún lo suficiente el problema del Estado y sobre todo el daño que provoca, en los siguientes aspectos:


Defensa y seguridad: Las empresas estatales consideradas estratégicas, no sólo no contribuyen a la seguridad nacional, sino por el contrario la perjudican, al paralizar el crecimiento económico y no poder cumplir con los servicios en forma eficiente. 


En la eventualidad de un conflicto armado, podríamos pagar muy caro por la ineficiencia de nuestras empresas del Estado para producir bienes esenciales para la guerra .


En el mismo sentido, la proliferación de empresas públicas, le facilita el camino a la subversión al posibilitar un acceso más fácil a los empleos para esos mismos puestos, de lo que sería en una empresa privada. Esto ha sido visto en 1973-1976, donde hubo una gran infiltración subversiva en el Estado y no la hubo en la empresa privada. Como por ejemplo en las escuelas y universidades públicas versus las privadas, en ENTel versus las compañías privadas telefónicas que aún quedan manejando el 12% de este mercado, y muchos otros ejemplos más que podríamos elegir.


Separación de poderes: A la empresa pública, en la práctica nadie la controla; en cambio a la empresa privada la controla el Estado y sobre todo el consumidor al ejercer su opción en un mercado libre y competitivo. La empresa pública ni es inspeccionada debidamente ni compite. La separación de poderes entonces no existe, la forma republicana de gobierno es una declamación.


Estabilidad política: Las empresas públicas obstaculizan la convivencia democrática y la estabilidad política al hacer más complicado el trabajo de los partidos políticos, que sin tener fines de lucro, se convierten en el principal holding empresario e industrial del país ni bien acceden al gobierno. 


Obviamente fracasan como empresarios y entonces el desprestigio empresario de los políticos se confunde con su eficacia o ineficacia en el manejo de las cuestiones específicas del gobierno, tales como la justicia, las relaciones exteriores, etc., dando la sensación de que los partidos son intrínsecamente ineficientes para gobernar y motivando así, en parte, el golpe de estado. 


La labor de los políticos sería mucho más factible y estable si no tuvieran que ocuparse de todo, si en vez de manejar ellos la economía, la manejaran verdaderamente los individuos en su mercado libre y competitivo.


Desempleo y progreso: Las nuevas generaciones que aparecen en el mercado, dependen de los nuevos proyectos, de las nuevas inversiones, de las nuevas oportunidades. Si tanto proyectos, como inversiones, como oportunidades, son manejados por el Estado, en forma lenta, desordenada, y con un colosal desperdicio de capitales, es lógico que la absorción de las nuevas camadas sea lenta, originándose un agudo problema de desempleo entre los jóvenes. 


Si, además, para financiar tanto dislate económico, el Estado recurre al mercado de capitales, haciendo subir los intereses, habrá una serie de actividades que antes de tal suba eran rentables y generaban empleos y rentas pero que luego de la suba carecen de tal rentabilidad y que por ende deberán desaparecer. El desempleo será ya no sólo una característica en las nuevas generaciones, sino en grupos de individuos con 10, 20 30 años de antigüedad en el trabajo.


Es que la única forma de combatir el desempleo y la falta de progreso es trabajar bien, mucho y gastando poco, lo cual excluye al Estado empresario en donde la gente trabaja mal, muy poco y gastando mucho. 





A juzgar por las distintas manifestaciones públicas, pareciera que existe un amplio acuerdo en reducir el aparato estatal.

Este acuerdo, sin embargo, no llega a materializarse apenas se presenta un caso concreto, como por ejemplo, JNG, JNC, CAP, YPF, ENTel FONAVI, YCF, BD, para citar sólo algunos casos .

En realidad lo útil es estar de acuerdo en casos concretos y no en vagas generalidades. Sin embargo, ésto es difícil: por un lado hay aún una gran ausencia de interés material en el abandono de privilegios, y por el otro no existe todavía una toma de conciencia sobre el peligro del Estado, lo cual es un factor que le resta energía a tan difícil tarea . Pasaremos a desarrollar estos dos aspectos por separado.


Resistencia al Abandono de Privilegios: Aunque todos tenemos algún privilegio concedido por el Estado , también todos nos perjudicamos con los privilegios concedidos a otros ya que·los pagamos aunque no nos demos cuenta. Nadie quiere abandonar su privilegio sin que los demás abandonen el suyo o, mejor dicho. todos prefieren que se abandonen los privilegios de los demás sin que se les quiten los propios.

Ejemplo de privilegios: empleos públicos innecesarios o donde se hace poco y nada, aranceles, reintegros, precios sostén, créditos baratos, etc.

La solución al dilema que plantea el punto anterior, en mi opinión, consiste en abandonar todos los privilegios de golpe y no gradualmente. La resistencia al así hacerlo, será menor ya que quien ve que se acaban sus privilegios, ve que al mismo tiempo se acaban los de los demás.

Todo lo contrario es lo que está sucediendo en estos días: pareciera que se le ha dado rienda suelta a los distintos sectores para pedirle al causante de todos los males, o sea al Estado,la solución de todos los problemas económicos.

Pareciera que en los últimos meses ha proliferado una incoherente forma de pensar en el sector privado que la podríamos expresar así: "como el Estado me perjudicó, ahora me tiene que devolver lo que perdí". Es por esto que tenemos un cuadro en donde la actividad privada critica la ineficiencia estatal por un lado y le pide subsidios -que significan en los hechos aumentar el tamaño del Estado (bonos, redescuentos, precio sostén, reintegros, etcétera) y por ende la ineficiencia estatal-por el otro. Critican al Dr. Martinez de Hoz por que no atacó a fondo el gasto público -lo cual es una verdad, aunque el destinatario de las críticas debiera ser, también, el general Videla, ya que la decisión política brillaba por su ausencia- pero proponen como remedio ya no una drástica reducción del Estado, sino su aumento.

Esto es fariseísmo puro, máxime cuando se computan sólo las pérdidas producidas por los altos intereses existentes a partir de 1977 y no las ganancias por intereses negativos en los años anteriores a 1977, especialmente el año 1975.

Si se estableciera un subsidio o un impuesto según si hubo ganancia o pérdida, por ejemplo a lo largo de toda la década del 70 más lo que llevamos de la del 80, habría muchos que desistirían de la idea de un bono de salvataje, porque en lugar de recibir tendrían que pagar, ya que su patrimonio actual por más que se haya reducido, proviene aún de ganancias inflacionarias y no de la correcta asignación de recursos económicos y de la eficiente produc­ción.

Falta de conocimiento sobre los peligros y el daño que provoca el Estado

No se ha estudiado aún lo suficiente el problema del Estado y sobre todo el daño que provoca, en los siguientes aspectos:


Defensa y seguridad: Las empresas estatales consideradas estratégicas, no sólo no contribuyen a la seguridad nacional, sino por el contrario la perjudican, al paralizar el crecimiento económico y no poder cumplir con los servicios en forma eficiente. 

En la eventualidad de un conflicto armado, podríamos pagar muy caro por la ineficiencia de nuestras empresas del Estado para producir bienes esenciales para la guerra .

En el mismo sentido, la proliferación de empresas públicas, le facilita el camino a la subversión al posibilitar un acceso más fácil a los empleos para esos mismos puestos, de lo que sería en una empresa privada. Esto ha sido visto en 1973-1976, donde hubo una gran infiltración subversiva en el Estado y no la hubo en la empresa privada. Como por ejemplo en las escuelas y universidades públicas versus las privadas, en ENTel versus las compañías privadas telefónicas que aún quedan manejando el 12% de este mercado, y muchos otros ejemplos más que podríamos elegir.


Separación de poderes: A la empresa pública, en la práctica nadie la controla; en cambio a la empresa privada la controla el Estado y sobre todo el consumidor al ejercer su opción en un mercado libre y competitivo. La empresa pública ni es inspeccionada debidamente ni compite. La separación de poderes entonces no existe, la forma republicana de gobierno es una declamación.


Estabilidad política: Las empresas públicas obstaculizan la convivencia democrática y la estabilidad política al hacer más complicado el trabajo de los partidos políticos, que sin tener fines de lucro, se convierten en el principal holding empresario e industrial del país ni bien acceden al gobierno. 

Obviamente fracasan como empresarios y entonces el desprestigio empresario de los políticos se confunde con su eficacia o ineficacia en el manejo de las cuestiones específicas del gobierno, tales como la justicia, las relaciones exteriores, etc., dando la sensación de que los partidos son intrínsecamente ineficientes para gobernar y motivando así, en parte, el golpe de estado. 

La labor de los políticos sería mucho más factible y estable si no tuvieran que ocuparse de todo, si en vez de manejar ellos la economía, la manejaran verdaderamente los individuos en su mercado libre y competitivo.


Desempleo y progreso: Las nuevas generaciones que aparecen en el mercado, dependen de los nuevos proyectos, de las nuevas inversiones, de las nuevas oportunidades. Si tanto proyectos, como inversiones, como oportunidades, son manejados por el Estado, en forma lenta, desordenada, y con un colosal desperdicio de capitales, es lógico que la absorción de las nuevas camadas sea lenta, originándose un agudo problema de desempleo entre los jóvenes. 

Si, además, para financiar tanto dislate económico, el Estado recurre al mercado de capitales, haciendo subir los intereses, habrá una serie de actividades que antes de tal suba era rentable y generaba empleos y rentas pero que luego de la suba carecen de tal rentabilidad y que por ende deberán desaparecer. El empleo será ya no sólo una característica en las nuevas generaciones, sino en grupos de individuos con 10, 20 30 años de antigüedad en el trabajo.

Es que la única forma de combatir el desempleo y la falta de progreso es trabajar bien, mucho y gastando poco, lo cual excluye al Estado empresario en donde la gente trabaja mal, muy poco y gastando mucho.