Oromí Escalada responde a Martínez de Hoz (La Nación, 7 de septiembre de 1982)
La Nación, martes 7 de septiembre de 1982.
Oromí Escalada responde a Martínez de Hoz
Responde hoy el economista Miguel de Oromí Escalada al informe del doctor Martínez de Hoz sobre la deuda externa.
Se le acusa al doctor Martínez de Hoz que durante su gestión la gente retiró muchos fondos del país para hacer viajes de placer y comprar cosas inútiles. El ex ministro responde a La Nación que ello no fue así, que tales gastos no superaron, en el mejor de los casos, el 9.2% de las importaciones del quinquenio comprendido en su gestión.
Asimismo, destaca que “la posibilidad de viajar no puede menos que repercutir favorablemente sobre el nivel cultural de la población y contribuye a realzar la dignidad humana y no trabar su libertad de desplazamiento”. Me parece que el enfoque de quienes critican y quien responde no es del todo adecuado. Soy de la opinión que los gastos privados son de exclusiva incumbencia de quienes los deciden.
El derecho a entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino lo gozan todos los habitantes de la Nación en virtud del artículo 14 de la Constitución Nacional y los gobernantes, sean electos o no, no pueden restringirlos o prohibirlos, superen o no el 5 o el 10% de las importaciones, repercutan o no favorablemente sobre el nivel cultural de la población y contribuyan o no a rehacer la dignidad humana. Ni el país es un convento donde se han hecho votos de obediencia y por lo tanto hay que pedir al superior permiso para salir, ni las divisas pertenecen al país, sino a cada habitante, y cada habitante tiene derecho a hacer lo que le parezca con ellas. Si esto no ocurre, se está transgrediendo el artículo 17 de la Constitución Nacional: la propiedad es inviable y ningún habitante de la Nación puede ser privado de ella si no es en virtud de sentencia fundada en ley….”.
La gestión financiera
Si alguien tuvo una gestión financiera exitosa, este fue el doctor Martínez de Hoz. Ayudado por la estabilidad política de esos años, por el apoyo ejemplar que el presidente Videla le dio, por su capacidad para persuadir a los banqueros sobre las bondades de nuestro país y por su habilidad para reunir a un equipo con mucha experiencia en la obtención de financiaciones internacionales, incluido Dagnino Pastore que actuaba como representante financiero en Europa, el gobierno fue obteniendo financiación tras financiación con muy buenos plazos y tasas de interés muy convenientes.
El aumento de la deuda externa argentina se explica en gran parte en esta exitosa gestión financiera que muy pocos equipos de gobierno pueden proveer y que no es cuestión de menospreciar y mucho menos en estos momentos. Si alguien prestó, es porque creyó en que haríamos honor a ese crédito de una manera muy simple: pagando puntualmente. Si alguien prestó, es porque el gobierno transmitió una imagen de estabilidad y de ausencia de perturbaciones políticas serias que hoy resulta difícil de exhibir.
La gestión económica del Estado
Creo que hubo más capacidad para obtener financiaciones que tiempo, dedicación y experiencia, dedicados a pensar si esas inversiones eran convenientes y por qué.
Tanto el ministro como su equipo no tenían plena conciencia de lo mal que se invierteen el Estado. Lo que Juan Alemann explica en La Nación el 1 de septiembre de 1982 sobre el trámite de la inversión en el Mundial del 78, en mayor o menor medida sucedió antes, durante y después de la gestión de Martínez de Hoz, con casi todas las inversiones públicas.
Martínez de Hoz creyó que con sus hombres podía invertir bien una enorme suma sin apercibirse que, en un sistema como el estatal, que no está pensado para hacer negocios, el despilfarro, si no es inevitable, es asombrosamente frecuente. De otra manera, no se explica cómo se lanzó a invertir nada menos que 40 mil millones de dólares, tal como lo señala en La Nación del 23 de agosto.
El Proceso nació con una serie de objetivos y es difícil entender qué papel jugaba esta enorme inversión pública en ellos. Es como si gobernar bien fuera hacer inversión pública, de manera de facilitar la salida política futura, mostrando un ejemplo a seguir, un estándar contra el que habría que compararse en el futuro, con un país con más puentes, caminos, teléfonos, pozos de petróleo, etcétera. La verdad es que no se sabía mucho qué hacer con la cuestión política y mientras tanto se decidió hacer obras, mientras más mejor. Esto satisfacía la predilección de muchos militares e ingenieros que estaban en el gobierno, para los cuales el progreso está íntimamente vinculado con la realización de inversiones pública: “Si la Argentina camina, tenemos más teléfonos, pozos de petróleo, etcétera, (todos del Estado) , tronaba la propaganda de la Presidencia de la Nación allá por diciembre de 1980.
Dentro de este enfoque, Martínez de Hoz venía como anillo al dedo, porque con su prestigio en el exterior consiguió lo más importante: los fondos. Sin embargo, en mi opinión, todo este esfuerzo de inversión conspiró contra el éxito de los objetivos político- económicos que se impuso el Proceso en 1976.
El objetivo político del Proceso
Creo que debió estar ligado directamente con reducir el rol del Estado. Al hacerlo, serían menos los temas objetode discusión política y sobre todo la posibilidad de repartir privilegios desde el “comedero” que es el Estado y, por lo tanto, más fácil el acuerdo y la estabilidad de un sistema democrático futuro. En ese sentido, aumentar en 40.000 millones los activos del Estados someter al proceso político a largas discusiones, ya no sólo con políticos profesionales que tienen vocación por la cosa pública, sino de particulares, supuestamente que quieren acercarse al comedor y participar de él a boca llena. Esto hiere de muerte todo intento de solución democrática.
Inflación
No hay fraude más grande que la inflación porque no hay delito más grande que el cometido por el propio Estado. Es obvio que la derrota de la inflación fue un objetivo prioritario del gobierno de 1976 a 1980, pero más en las palabras que en los hechos, ya que de haber habido coherencia se hubiera evitado gastar gran parte de estos 40.000 millones de dólares y se la hubiera derrotado en dos o tres años. La inflación es pura y simplemente falsificación de moneda. El hecho de que el gobierno pueda gastar sin recaudar, a través de la emisión de moneda facilita el reparto de privilegios del que antes hablamos y hace imposible la convivencia de un sistema democrático, en tanto y en cuanto no se independice la función de emitir moneda de la de gastar esa moneda.
El crecimiento económico
Es imposible llevarlo a la práctica con semejante nivel de inversión pública.
La razón principal está en lo brutalmente ineficaz que es el Estado al invertir en cualquier gobierno que se trate. Nadie se hace responsable porque nadie arriesga, porque el Estado, por su naturaleza, no es una organización que provee premios y castigos, y porque los cambios políticos hacen imposible la asignación de responsabilidades. Las obras se sabe cuando empiezan pero nunca cuando terminan. El costo de las mismas que figuran en los proyectos jamás se cumple y en general los cálculos se hacen más para obtener la aprobación que para aproximarse a la realidad. Los cálculos económicos -cuando existen- tienen en cuenta estándares de eficiencia “mágicos” y no la real performance del organismo o empresa estatal en cuestión, en la construcción y explotación, ya que estos datos nunca aparecen.
En otro lugar (1) calcule en detalle que el 85% de lo presupuestado para invertir en 1979 ni siquiera tenía cálculo de rentabilidad, circunstancia por la cual no puede estar de acuerdo con Martínez de Hoz en que las inversiones públicas son de lentos retornos, ya que cuando las aprobó no sabía el periodo de repago más que en el 15% restante.
Además, una cosa es la típica obra pública -un camino- y otra es la inversión pública estatizada que ocupó la porción mayoritaria de los 40 mil millones de dólares invertidos. Tal es el caso del petróleo, el gas, el carbón, toda la electricidad, (salvo la generación en obras hidroeléctricas binacionales) , los ferrocarriles, los buques, mercantes, las aeronaves, los subterráneos, las telecomunicaciones, la televisión, la minería, las empresas industriales.
¿Por qué no se dejó todo esto en mano de los particulares? Y si no se pudo privatizar, ¿por qué por lo menos no se congelaron las nuevas inversiones desmonopolizando todas estas áreas de manera que todo lo nuevo sea privado y vaya aumentando su participación con el transcurso del tiempo? En su lugar se eligió el camino de mal invertir 40 mil millones de dólares que no se ve que influyan en el crecimiento económico y que habrá que pagar.
Liberar la economía
La mejor forma de hacerlo es liberar la economía pero en serio y acabar con la farsa de que el liberalismo ha fracasado. La demostración más clara es que no existió una política económica liberal son esos 40 mil millones de dólares invertidos por el Estado entre 1976 y 1980 sumados al hecho que subsistían en 1980 (subsisten aún) las grandes empresas estatales y que ninguna de ellas fue privatizada ni se les quitó el poder monopólico.
Revertir esa tendencia es la única posibilidad que tenemos de fundar una democracia moderna y lograr las metas económicas que todos reclaman.
Miguel de Oromí Escalada es miembro de la Junta Promotora Encuentro Nacional Republicano, autor del libro La Reforma del Estado según la Constitución Nacional.
Ver La Reforma del Estado según la Constitución Nacional, Sudamericana, página 109.
Ver La Reforma del Estado según la Constitución Nacional, Sudamericana, página 109.